lunes, 8 de febrero de 2016

Para un amigo



Quiero compartir estas letras que me ha escrito un buen amigo, José Ramón Navas. He elegido este Blog para hacerlo, por que la primera entrada que tuvo este Blog fué precisamente un relato que le dió su nombre, escrito por el Sr. Navas.
Gracias amigo y maestro.


Entre lava solidificada y un sol abrasador, nos conocimos dos amigos. Una tarde de verano, juntos por el amor a los libros y a las letras, y apoyados en un sinfín de momentos, algunos alegres y otros menos felices, como le pasa a todo el mundo.

Yo, extranjero de otra isla, refugiado de amor entre volcanes y viento. Él, emigrante de Asturias y audaz compañero de literarias vicisitudes. ¡Ay, Javi! ¡Pero mira que te gusta meterte en mil batallas, aún sabiendo que las perderás! Pero eso es lo que te hace grande, amigo mío, tu tenacidad y tu gallardía para buscar oasis de ideas donde otros sólo ven eriales de conocimiento. Agradeceré siempre tu incondicional apoyo siempre a mi trabajo y tu respeto y lealtad hacia mi persona.

Faltaría a la verdad si no dijera que te echo de menos a veces. La palabra “amigo” no es fácil de adjudicar a nadie, pero cuando lo haces, duele que se desvanezca entre olas de sal y vientos alisios.
―Volveremos a vernos ―le digo.
―No lo dudes, amigo ―contesta―. Ni el océano nos separará, y siempre tendremos nuestro rincón literario para guardar como un tesoro nuestra amistad.
Estamos a finales de noviembre, y sopla un intenso viento del norte, aunque no hace demasiado frío, como debería ser lo habitual en esta época del año. Aún así, nos pedimos unas bebidas refrescantes en la terraza donde hemos quedado para vernos.
―Con todos los planes que teníamos por delante ―le espeto, algo apesadumbrado, aunque no se lo dije en ese momento.
―Bueno, ya habrá tiempo para cumplirlos, al menos, unos pocos de ellos ―me responde. Está entusiasmado con la nueva vida que le espera por delante.
Me alegré de verdad de que, al fin, pudiera cambiar su anodina vida en esta isla, para afrontar nuevos horizontes, allá donde nuestros antepasados iniciaron la colonización de un nuevo imperio.
Sin embargo, a veces te echo de menos, amigo mío. Sí, tienes razón, no soy precisamente muy amante de salir, dejando atrás mis estrechos aposentos de creación y conocimiento, pero siempre se agradecía compartir contigo una buena comida y una mejor conversación.
La última hora y media que estuvimos juntos se me pasó volando. Nos despedimos con un fuerte abrazo y yo, por mi parte, con una extraña sensación de vacío. Arranqué el coche, puse la música y me dirigí a la salida del aparcamiento, mirando por el retrovisor.
―Adiós, Javi ―me digo a mí mismo―. Espero que seas feliz en tu nueva vida y consigas todo lo que mereces. Hasta pronto, amigo mío.
Giro la esquina. Ya no estás allí.
Volveremos a vernos, estoy seguro.


1 comentario:

  1. Siempre un placer sincero compartir contigo cosas, amigo mío. Un gran abrazo.

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