domingo, 11 de octubre de 2015

Lanzarote, Semifinalista I Certamen de Poesía de Playa Blanca

               
                Lanzarote

Lanzarote, faz de  Vulcano austera,
asiento en el comienzo de la aulaga,
nemoroso el collado que se apaga
zarandeado en la colada severa.

Anunciando el volcán la primavera
retiene el tiempo del fuego que raya,
orando el campesino que no acalla
tu fragor con el camello de la era.

Entre tajinastes  y recios pinos
se desviven   tomillos y retamas
y de polvo, de polvo los caminos.

Ante sedientas bestias sin destinos,
seca, roja la tierra con escamas,
cabalgan caballeros peregrinos.

           --===o0o===--
Luis Miguel Carreras



lunes, 5 de octubre de 2015

Racimo de sueños desgranados, Finalista I Certamen de Poesía de Playa Blanca


Sobre el gánigo resquebrajado
                                            de tu  piel
está tallado el sorondongo
 de tu vida zurcido
                        con  diversos colores:
ocres salpicados
               de verde,
rosáceos, rojizos,
celestes,   pardos, grises y negros.

Si como un alcaraván
pudiera volar
escucharía el afligido lamento
                       de Zonzamas
escondido en su soledad, 
entre sus pétalos de  flor.
Sabor a sábanas de rofe.
    A silencios.  

Cerca, el jable,
incansable corredor
trata de llegar a la meta
rompiendo el viento con su cara.
Atraviesa con rapidez tu cintura .
En su  frente,
una diadema de barrilla.


El volcán. Tu volcán
escupiendo con fuerza semilleros
                                              de columnas:
trapos en llamas
      desgajados
teñidos de ruidoso murmullo:
rojo escarlata,
dorados
bergamota.
Envueltos en chispas de oscuridad,
sepultan sin piedad tu piel de pírgano
                                                 recién preñado.
Órbitas salientes,
harapos de tragedia y negrura
trotan sedientos sobre las ardientes cenizas,
se eclipsan en busca de tamarcos
                                            de esperanza
con genas
rebosantes de miedo
en la espalda.

El vestido hirviente
se despereza en tu cuerpo
y libremente
 se estira
por las vetas de los barrancos.
Te roza afanoso. Escuece.
Las isas y folías de sol
                                  y de viento descalzo
lo van bordando  con calados
                        y festones ásperos,
encordados,
                       negros.

         A los nuevos ojos,
   hoy,
 ese negro volcán
            sonríe,
ya no hunde sus afilados
            jirones retorcidos
                                   en tus ojos,
respira,  late,
deja transitar el aire
por sus parajes.

Crecen, en su traje nuevo,
seguidillas dibujadas con ternura,
que se entrelazan a las rosetas
                                 de líquenes multicolores.
Los campesinos
remiendan tu  atuendo de picón
                                   con palas,
puntadas de cepas
arropadas con socos
                        de piedra seca.
 Tañe  tu corazón
sobre la mantilla calada.
Habla La Geria.
Airea sombreras de aliento.

Manrique  posó sus vivarachos ojos
                                               en tu lienzo.
Descorrió el velo.
Largos tubos volcánicos
                         de timples y guitarras,
jameos,
burbujas eufóricas.
Curvaturas naturales, transformadas
en elegantes auditorios subterráneos.

Entre las Salinas
el amanecer se despereza
                                   en tus pupilas
y respira el amable aroma añil
regalándole un guiño
a la rosada mañana.
Pechos rebosantes
                      de salino calostro,
acostados mirando al sol,
presumen ante las antiguas montañas
que los abrazan.
Misteriosa blancura
enredada entre la voz del poeta
                                salinero.

Elegantes, vigorosas palmeras,
brazos largos que mueven
sus manos abiertas
 teñidas en savia,
señalando el sendero.
Colgado de su cuello
una gargantilla
 de dulces támaras.
Sus raíces se estiran
para no perderse el baile
                                  de la malagueña
que parsimonioso asoma
                              entre la cestas
 confeccionadas con sus manos.
El cernícalo que se aloja en su copa
desgrana el racimo de sus sueños
                                     anaranjados.
Busca su sombra una lagartija
               completamente desnuda.
Se sumerge en historias
dormidas entre los teniques.


Descubro el silencio.
Abro los ojos
y siento tu mirada.

¡Cómo atesorar la
emoción, isla mía,
de sentirme resguardada
entre las aguas de tu vientre
                                   poético!  
                                                                                                      A  Lanzarote. Mi isla
Tere Perera