martes, 30 de abril de 2013

I Concurso de Relatos Cortos de Yaiza, "Icarus", Tercer Premio Adulto


Ya le ha llegado el turno al tercer premio de la categoría de Adultos, un relato futurista con tintes gore, de las manos del joven vecino de Playa Blanca, Francisco Lara Sánchez.


Icarus
Fue solo un golpe seco. La luz del Sol entró por la ventana de la estación con tal fuerza y nitidez que casi me hizo daño. El encuentro me había dejado casi sin energía de modo que apenas tuve que esforzarme para entrecerrar los ojos durante el ciclo de noche mientras hincaba los codos frente al cuadro de mando en pos de intentar recuperar algo de tiempo de sueño perdido. Las operaciones automáticas comenzaron hacía ya varias horas aunque los bips y órdenes de la IA no llegaron a desvelarme. Me encontraba sobre la tabla de operaciones desde hacía rato esperando con desdén algún mensaje desde la estación de Artau, en el pico norte de La Tierra, mensaje que no llegaba desde hacía casi mes y medio desde la última toma de datos. El olor a descomposición hacía las labores mucho más rápidas que cuando las practicaba en el curso de entrenamiento aunque casi no se notaba gracias al traje de aislamiento que llevaban mis compañeros poco antes de morir. Deshidratación, hambruna, locura, suicidio y homicidio -alguno de ellos perpetrados por mi propia mano- hicieron que el número de tripulantes de la plataforma USS MADARA disminuyese en catastrófica medida. Fuimos doce los que comenzamos la iniciativa "Aurinko": dos astro-físicos, dos técnicos de operaciones, dos técnicos de campo, una técnico en telecomunicaciones, un revisor, una piloto, un copiloto, la Teniente Havook y yo, que hacía las funciones de recopilación de datos, diario de abordo y "log" o información y actualización de misión. No puedo decir que fuese el mejor en mi campo pero sí puedo dar fe de la preparación física y mental de mis compañeros de operaciones dirigidos por la Teniente Havook, la primogénita de una larga casta de militares que se había propuesto redimir el hecho de haber nacido mujer muy a pesar de su padre. Sentimiento que, por ende, transmitía con gran facilidad a todos los que la rodeaban. Yo, concretamente, lo encontraba agotador. A la Teniente le fue asignado un equipo de especialistas de primer nivel B, es decir, los notables tras los sobresalientes de sus respectivas academias y promociones. Imagino que para no lamentar demasiado las pérdidas potenciales de la iniciativa en clave "Aurinko". Dos gobiernos sumaron grandes cantidades de dinero del contribuyente para financiar su propia arma de nueva generación disfrazada de observatorio solar por un supuesto caso de "alerta de radiaciones solares agresivas" que repentinamente iban a inundar la tierra en un plazo de siete años. Era mentira. Una de tantas que nos contaron tanto al público como a los cadetes que querían llevarse su medalla al cumplimiento del deber y retirarse con una buena paga antes de los treinta.

Fue un desastre. Ambas nacionalidades consiguieron comprar a casi todos los tripulantes para tomar el control del USS MADARA en su propio beneficio y consiguieron desatar abordo lo que aún no se había conseguido en La Tierra: una guerra entre nacionalidades. Unos de un bando y otros de otro, los primeros en caer fueron los astro-físicos y la especialista de comunicaciones a manos del equipo de campo, que tomaron rápido el control de la plataforma mientras la Teniente, el piloto y yo intentábamos resistir. Los demás, entre ellos la Teniente, fueron cayendo poco a poco por diversas razones. El episodio con el piloto casi me cuesta un pulmón. Entró en pánico cuando la IA informó a toda la nave de la inminente falta de recursos y reservas y las comunicaciones se perdieron con el centro de mando evitando así la recogida de todos nosotros. Su primer impulso fue ir a encontrar la muerte a manos de los soldados técnicos de campo pero antes de alcanzar la puerta se giró hacia el cuerpo sin vida de la Teniente, le arrebató la bayoneta de cristal del rifle de pulso e intento sacar, según su criterio, el aire de mis pulmones para que uno de nosotros pudiese pilotar la nave de vuelta a casa. Una casa que todos perdimos en el mismo momento en que aceptamos venir a esta locura gubernamental. Cuando el piloto se lanzó hacia mí con el rostro completamente desencajado no pudo ver más allá de su desesperación y todo cuanto pudo lograr fue tropezar con un miembro inerte del cuerpo de Havook y estamparse contra la pared, perdiendo así el equilibrio. Ese fue el momento que puede tener para discurrir en décimas de segundos y valorar la vida de un hombre y la mía propia, situación en la que jamás esperé encontrarme. Arranqué como pude la caja de primeros auxilios que tenía a escasos cincuenta centímetros de mi y la estampé repetidas veces con toda la fuerza que el miedo y el desconcierto me habían infundido directamente contra la parte superior y más blanda del cráneo. Al final de lo que recuerdo como un destello blanco de ira me vi hincado de rodillas, jadeando y con las manos doloridas de la tensión que aún sentía pese a no tener ya nada entre ellas. En otras circunstancias habría estado horrorizado y asustado, no por ser capaz de llevar tamaña atrocidad, sino por las represalias penales que en cualquier punto del planeta tendría. Curiosamente, aquí arriba, estaba tranquilo tras un momento de histeria. El silencio se apoderó del USS MADARA y no había ruido alguno salvo el de mi propia respiración, mis jadeos y mispasos. Fuera el universo seguía tan sosegado y oscuro como lo estaba hace miles de años. Ahí fuera podría hacer una temperatura de unos menos doscientos grados y yo sentía mi pecho apunto de implosionar y convertirse en una supernova. Aún así no conseguía quitarme de la cabeza el mensaje de la IA por la falta de reservas y debía saber con cuánto margen contaba, de modo que me encaminé hacia el almacén B1.

Durante el camino hacia la sala podía ver señales de lucha y sangre por toda la instalación pero la incesante sensación de presencia a mis espaldas u oculta tras una sombra era lo que más me angustiaba. Podía sentir la carga de la excitación y el terror sobre mi espalda e incluso comenzaba a sudar y a faltarme el oxígeno. Las luces del pasillo comenzaron a parpadear cuando me estaba acercando a la B1. El panel de seguridad estaba completamente destrozado y salpicado por lo que parecía una mezcla entre sangre y fluido estabilizador de un traje de revisor. Ese líquido era bastantecorrosivo fuera de su almacenamiento yo lo último que quería era sumar quemaduras químicas a mi lista de cosas con las que lidiar, de modo que estampé un casco de piloto de la armería contra los botones del panel y la puerta se abrió, dando paso a algo más allá de cualquier tipo de concepto abstracto, compresión o imaginación humana alguna. Una silueta se presentó ante mí, a unos escasos cinco metros de distancia. Dos charcos de sustancia, un en el suelo y otro en el techo, con un color en un punto entre el negro y el morado oscuro, se unían en el centro de los mismos en forma de chorro, de donde emergían dos brazos huesudos, alargados y nerviosos, que terminaban en lo que podría considerarse dos extremidades prensiles compuestas de tres protuberancias a medio camino entre unos dedos de falanges alargadas y las garras de un reptil al final de cada brazo.

El entorno pareció sumirse en un murmullo silencioso donde la luz comenzó a irradiar con más fuerza que de costumbre mientras los colores iban perdiendo calidad. Solo podía conseguir escuchar el sonido de mi corazón apunto de salir a través de mi pecho y los incesantes y ensordecedores latidos de mi pulso tomando control de mi raciocinio. En ese mismo instante, el espectro pareció contraerse en lo que parecía un movimiento torpe y viperino y clavó en mí una inexistente mirada desde un rostro que no poseía. En el lugar donde debería tener un humanoide debería tener cuello y cabeza solo podía observar un desmesurado óvalo que emanaba destellos con los reflejos de la luz de las estrellas como todo su cuerpo. A medida que la criatura comenzó a acercarse lentamente mis ojos comenzaron a nublarse. Debí haberme agotado en la última hora y mis reservas de energía deberían estar a menos del cincuenta por ciento. Sí, debería ser eso. Abrí y cerré los ojos tan fuerte como pude para cerciorarme de que aún seguía viendo al extraño ente, pero todo pareció volver a la normalidad: los colores volvían lentamente, el sonido sordo de los motores, los lejanos parpadeos de los astros. Recorrí la sala con la vista viendo el horrendo espectáculo que ahí encontré tras mi extraña visión. Cuerpos mutilados y abiertos en canal dispersos por suelos, techos y paredes, pero ninguna señal de suministros. Las luces volvieron a parpadear, los colores comenzaron de nuevo a desvanecerse y yo comencé a dejar escapar lentamente el poco oxígeno que aún albergaba en mi cuerpo con un jadeo profundo y prolongado antes de que todo setornase de color negro tras un fuerte impacto contra el casco de la nave.

Debí haberme quedado finalmente dormido frente al panel de control. No había comido en días y había llevado mi cuerpo hasta el extremo. Las visiones se hacían cada vez másfrecuentes pero eran solo eso, visiones. La IA parecía haber no presenciado nada de lo ocurrido y continuaba inundando la estación con sus órdenes asignadas. La cabeza iba a estallarme y el panel parecía no recibir señal alguna proveniente de La Tierra. Ya no podía seguir. El indicador de oxígeno bajaba por minutos, el ciclo de reciclaje de aire no funcionaba desde hacía horas y el hedor en cada rincón era cada vez más denso.Torpemente intenté incorporarme para ir a la sala de prospecciones, justo al lado de la cabina de comunicaciones, y poder así acceder a las reservas de oxígeno de los trajes. El sudor se me acumulaba en cejas y párpados y mis pasos eran cada vez más toscos y lentos. Las luces comenzaron a parpadear. 

De nuevo volvía a tener sensación de peso sobre mis hombros, los colores comenzaron a perder claridad, las luces exteriores volvían a brillar pero ahora con más intensidad que antes. El oxígeno comenzaba a condensarse en el interior de mi caja torácica por la atrofia de mi cuerpo debido a la falta de reservas que estaba ya experimentando desde hacía días. Otra vez la sensación de ser observado, otra vez la presencia y otra vez solo mientras mis órganos iban fallando uno a uno. A duras penas conseguí llegar a la puerta de prospección pues lo que otrora consideraba un paseo de doce metros ahora parecía una autopista de cemento fresco. A mi espalda pude vislumbrar el reflejo de la atrozcriatura que yo pensé haber visto en la vigilia, en un punto entre el agotamiento mental y el ardor físico de mi cuerpo. La tenebrosa figura abstracta parecía haber duplicado su masa y ahora ocupaba casi la totalidad del angosto pasillo justo detrás de mí. Pude retroceder lo suficiente como para alcanzar uno de los trajes de prospección y me lo enfundé tan rápido como mis fuerzas me permitieron. El ser amorfo aparecía y desaparecía a voluntad propia, cada vez con un brazo más emergiendo del contorsionado torso que ante mí se presentaba, esquivo de la luz y amigo de las sombras, que eran muchas a ese momento. La voz de la IA comenzó la cuenta atrás desde diez y yo no dejaba de apartar mi vista de la ventana de la puerta que separaba a la criatura de mí. La despresurización era inminente y solo tendría que aguantar fuera lo suficiente como para que el ciclo de reciclaje de oxígeno pudiera eliminar el ambiente viciado de la estación. A tres segundos la puerta se abrió tan rápido que casi no pude apreciar ruido alguno y sin darme cuenta salí disparado hacia el exterior de la nave. La distancia era cada vez mayor o así me lo parecía, pero debía ser por el agotamiento inevitable que abrazaba todo mi ser. No, no era el agotamiento. Un pequeño golpe sordo golpeó la escafandra de tungsteno de mi traje y lo que en principio parecía un extraño borrón ahora podía ser apreciado con total claridad: la manguera de suministro de oxígeno del traje. Eso quería decir que no estaba anclado a la nave y mi retorno al USSMADARA era imposible bajo toda lógica y circunstancia. El indicador de mi casco aún podía comunicarse con la IA de la estación para órdenes básicas e información de estatus protocolaria. Mi visión era cada vez más borrosa pero ya no tenía el sentimiento de pesadez sobre mi cuerpo. Mis extremidades flotaban a la deriva como un leño en medio del océano y a medida que me alejaba del MADARA, mi cuerpo se resistía cada vez menos a la sugerencia de un profundo y placentero sueño. Las luces no brillaban, se extenuaban. Inicié el protocolo de grabación y he aquí mi historia.

Soy el Técnico de Registro de datos abordo del USS MADARA Francis D. Pritchard. La misión ha sido un completo fracaso, todos los miembros de la tripulación han caído y me encuentro a más de dos kilómetros del último punto de registro de datos por la estación Artau en La Tierra pero me voy tranquilo sabiendo que, en cumplimiento del deber, caímos sin poder completar el objetivo de un mundo extraño que nos convirtió a todos en enemigos y extranjeros. Fin de la transmisión. No habrá desfiles conserpentinas, no habrá nombramientos ni galones, las mujeres no llorarán y no tendré que saludar a una bandera que para mí no significa nada. Tengo sueño. La luz me envuelve. Mis ojos se cierran. Quiero dormir. Por fin duermo.



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