sábado, 4 de septiembre de 2010

La Jaula de los Sueños

Hace un tiempo un amigo escritor nos regaló una relato estupendo que nos maravilló a todos y del cual Hemos tomado el nombre para este Blog. Para celebrar la inaguración de este Blog vamos reproducir el texto antes mencionado.

Permítanme vuestras mercedes que de manos de este humilde cazador de palabras que les escribe, les relate una historia que, tan intrigante como curiosa, cautivó la mente de este pobre loco servidor suyo. Si por vacuas encuentran las palabras que forman esta medio verso, medio prosa, déjenme concluir la oda que a continuación les brindo.

Hayábanse maestro y aprendiz encerrados allá en lo alto del Cerro de los Pozos, sito en la provincia de Salamanca, escrutando entre pasillos de antiguo abolengo los ajados tomos que el señor de aquellas tierras dejó, años ha, sin cuidado ni orden para investigar ni estudiar profesión alguna, y menos aún, erudición que les ilustrara aún más de lo que eran. Que mal remiendo para la mente es el desconocimiento, y peor lastre si viene de la ignorancia como compaña.

Por esto, ambos hasta allí habían ido, embelesados por las palabras de un anciano labriego de la zona, que a Maese Pedro y al neófito Luis les contó que en el castillo se hablaba de fantasmas que guardaban la antigua biblioteca del Conde de Orgaz y Montiel, señor de aquel lar de manos de Dios olvidado, tras la marcha de Don Jaime I, El Conquistador. También contó que grandes eran las obras allí guardadas, pero que nadie se acercaba ni osaba tan siquiera mirar por encima de los muros, no fuera que tras las acechanzas de los bizarros zagales de la zona, una desgracia hubiera. Así que nadie iba ni venía del castillo, dejándole en lastimoso estado, otrora, vergel de esplendor de mejores épocas, en las que las grandes epopeyas de la familia inundaban los campos sembrados de orgullo patrio castellano.

Maese Pedro miraba, candil en mano, los lomos de los libros en cuero encuadernados, asombrándose de los infinitos títulos que sin parangón en su larga vida de eremita, había jamás contemplado. Acercose el aprendiz y a una orden de su maestro uno de ellos agarró, y no bien lo hubo abierto, la luz del candil se apagó y a expensas de la oscuridad, maestro y aprendiz, entre lo infernal y lo bendito, se santiguaron y acogieron.

-. ¡Quien osa hacer menguar el descanso de nos!.- una voz escucharon.

-. Maese Pedro, monje franciscano, y aprendiz, mi señor.- replicó el anciano.

-. De esta guisa, viene el monje acompañado, ¿qué busca si en estos tiempos nos tienen olvidados?. -. Navegar entre las historias que aquí conviven, si no es mucho pedir.

-. Más lo que aquí veréis, ¿seguro que vos queréis contemplar?

-. A eso hemos venido, y no es por azar.

-. Entonces, observa y escucha, lo que en el futuro de nuestro destino, escrito está.

Apareciéronse en el momento imágenes de hermosas playas de dorada arena, dejando al maestro y al aprendiz con cara de embobados. Allende de la orilla, grandes casas de blanco y azul aparecían, y entre sus calles, ciudadanos de todas las partes del ancho Mundo convivían.

Cambió la imagen, y algo más allá de las casas, una gran construcción contemplaron, y en la entrada en grandes letras leían, “Biblioteca de Playa Blanca”, escritas con gran opulencia y armonía. Más sus puertas estaban cerradas, nadie entraba ni salía, y entre los ventanales, sólo oscuridad se veía. “Es la Jaula de los Sueños”, la voz les decía, “Nadie quiere abrirla, no sea que de ella escapen la inteligencia, el conocimiento y la sabiduría”. Más una sombra, bajo el umbral se movía, y he aquí que la voz de nuevo hablaba con rebeldía, “Ese hombre intentó abrirla, pero los Sueños que dentro hay, jamás los contemplaría”.


Y la imagen continuó, mostrando a niños y zagales ávidos de entrar por sus puertas algún día. Descubrir entre aquellos muros todo lo que sus padres y abuelos les contaron un buen día. Que allí se ocultaban piratas, aventureros y hermosas serranías; que había monstruos lejanos, dragones y hechicerías. Pero los niños lloraban, pues jamás esa Jaula abrirían, y de ese modo, por siempre, ocultos entre las sombras, los Sueños morirían.

-. Este es el final de la historia.- dijo la voz, algo fría.- Es nuestro destino desaparecer, pues a los grandes señores, nuestra existencia les parece una felonía.

-. ¿Y quién eres que con esa tristeza hablas?.- preguntó el anciano erudito.

-. Soy la Voz de la Conciencia, de los Sueños que en esta Jaula habitan.

Esta es la historia que les he traído desde otras tierras allende del mar. Espero que hayan disfrutado de ella y sus conclusiones hayan sacado. Más, si se me permite mi humilde opinión, diré que mucho de moraleja tiene. Que los libros sean libres, y que en manos inadecuadas caer jamás deben. Es por ello que todo aquel que de un libro algo quiere, a una Biblioteca emigra, no sea que a alguien de peor moral le dé por hacer de ellos algún acto que a la erudición denigra.

José Ramón Navas, (Escritor)

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