Como muchos sabréis, el pasado 20 de Abril se dieron los premios del I Concurso de Relatos Cortos de Yaiza. Ahora queremos dar a conocer los relatos ganadores. Empezaremos con el ganador de la categoría Adulta, un relato titulado "Tana", escrito por Pedro Alisedo Goycoa, un vecino de Playa Blanca que hace poco que reside por estas tierras y que nos confesó que era la primera vez que escribía. Felicidades Pedro, no dejes de escribir y te esperamos en el segundo certamen.
Tana
El mago se movía despacio sobre la tarima que
hacía las veces de escenario. Se explicaba en inglés y alemán, pues ingleses y alemanes
eran mayoría entre los clientes del hotel. Era nuestra última noche de unas
vacaciones largamente esperadas y aplazadas siempre por mil motivos: trabajo,
los estudios de nuestra hija o la delicada salud de Tana, mi mujer, que ahora
seguía sus movimientos con ojos risueños y expectantes.
Mientras bajaba con alguna dificultad de la
tarima fue realizando el último truco con un largo pañuelo de seda amarilla que
recogió lentamente en su puño . Rondaba los setenta y vestía un esmoquin algo
gastado y que le quedaba un poco grande, pero conservaba el pelo negro y un
aire entre bohemio y aristocrático que le daba un atractivo misterioso. Con el
pañuelo ya recogido el mago miró al público y, juntando los dedos de su mano
libre, sopló sobre ellos y los abrió. Tana puso su mano sobre la mía y me miró
sonriendo.
De la mano que antes escondía el pañuelo salió
una paloma que voló aturdida entre los aplausos corteses del público.
- Magia!! dijo Tana encantada.
Sonreí y la miré. Conservaba todavía su belleza
isleña, ahora madura, su encanto y ese aire especial de despreocupación
infantil que la seguía haciendo, a mis ojos, irresistible.
- Es bueno - dije
- No, no. Es mágico - dijo ella.
Parecía decirlo en serio y yo, sorprendido,
levanté las cejas con escepticismo y me encogí de hombros. Nos quedamos un rato
en silencio, viendo como el mago recogía sus bártulos y disfrutando de una
magnífica noche estrellada y del viento cálido del desierto.
- La magia existe caballero, ¿no lo cree?
El mago tenía la voz profunda, aterciopelada y
con un fuerte acento centroeuropeo. Se acercó hacia nosotros con su vieja
maleta en la mano sin dejar de mirarme. No había en sus ojos verdes una mirada
seria o reprobatoria. Era más bien la mirada de un maestro dispuesto a explicar
una lección.
- Todos nacemos con la magia en nuestro
corazón. Nacemos en un mundo mágico, señor - El mago levantó la nariz, cerró
los ojos e inspiró el aire cálido y dulzón de la isla - ¿O hay algo más mágico
que el olor de la piel de nuestra madre? ¿O de la libertad de inventarse mundos
únicos, particulares? Por desgracia, la inmensa mayoría de la gente pierde su
magia en la niñez. Solo unos pocos siguen guardando un niño dentro. Un secreto.
Solo ellos pueden hacer magia. ¿Lo comprende señor?
Le miré sorprendido y asentí amablemente.
- No, no lo comprende. Y no lo comprende porque
no lo cree. Piensa deductivamente, con la mente, no con el corazón – se llevó
la mano al pecho, negó con la cabeza, la agachó y , con gesto teatral, la
levantó lentamente mirando a Tana. - Pero ella... me he fijado en ella. Ella
guarda aun un brillo de magia. Mire sus ojos caballero.
Tana permanecía muy quieta, mirando al mago
fijamente. Parecía tranquila, concentrada.
- Pero, permita que me presente: mi nombre es
Karlier. Besanctus Karlier, y soy mago. Aunque éste no haya sido siempre mi
nombre. A veces los hombres deben cambiar de nombre y de piel como los
lagartos. Voy a demostrarle que la magia existe. ¿Usted cree que su mujer
podría hacer magia? No un truco, no. Magia verdadera, real. Me refiero a algo
inexplicable a la razón. Parece usted una persona honesta, un hombre de
palabra. Contésteme sinceramente.
Lo miré un instante. No valía la pena mentirle
ni mentirme a mí mismo.
- No lo creo – dije.
- Perfecto. ¿Podría tomar asiento?
Asentí y le indiqué la silla frente a nosotros.
Se sentó despacio sin dejar de mirar a Tana.
- ¿Su nombre? - le preguntó.
- Tana.
El mago sonrió y afirmó con breves movimientos
de cabeza, como si no hubiera esperado otro nombre más que ése. Sacó una baraja
del bolsillo.
- Tome esta baraja. Como verá está precintada.
Se trata de una baraja francesa. Cincuenta y dos cartas distintas. Cuatro
palos: corazones, tréboles, diamantes y picas. Ábrala, por favor, compruebe que
así es, baraje y corte.
Tana cogió la baraja con las dos manos. Abrió
la caja de cartón y arrancó el precinto. Puso las cartas boca arriba y ambos
comprobamos que era una baraja normal y corriente, con todas sus cartas.
Después Tana barajó a conciencia. Cuando le pareció suficiente dejó la baraja
ante sí, cortó y miró al mago.
- Esto será muy sencillo. Ahora solo tiene que
imaginar, “sentir” una carta. Verla.
Tana cerró los ojos. Por un instante me pareció
dormida.
- Ya está – dijo.
- Ahora coja el mazo y extiéndalo en abanico
delante de usted.
Tana extendió las cartas despacio, parándose a
colocar mejor algunas con las yemas de sus dedos.
- ¿Cual es la carta que ha imaginado?
- El dos de corazones.
- Magnífico!!. Ahora piense dónde está la
carta, sáquela y colóquela bajo la palma de su mano.
Tana no pareció dudar, sino “buscar” dónde se
encontraba la carta. Movió la mano por encima de la baraja apenas un par de
segundos y escogió una carta que separó delicadamente de las demás.
- Ahora, Tana, dele la vuelta a la carta.
Tana me miró y sonrió con su sonrisa más
traviesa ;volteó la carta despacio y allí estaba...EL DOS DE CORAZONES!!
El mago aplaudió sordamente mientras sonreía y
Tana estallaba en un gritito infantil llevándose las manos a la boca. La mía se
mantenía abierta en una expresión bobalicona mientras miraba al mago primero y
después a Tana.
- Increíble – dije asustado – pero... pero
¿Cómo diablos lo ha hecho?
- Yo no he hecho nada señor- dijo mostrándome
las palmas de sus manos – Ha sido ella, Tana. Ha sido capaz de usar algo que
guardaba en su corazón desde hace mucho tiempo. Ella “sabía” que podía hacerlo.
Es simple.
Apoyé los codos en la mesa y me llevé las manos
a las sienes. Aquello era inexplicable. Tana no podía saber donde estaba la
carta, y en cuanto a casualidades, bueno, yo no creía en ellas. ¿Posibilidades?
Una entre cincuenta y dos. No, no era posible, y sin embargo ocurrió.
- Vamos caballero, no busque más explicaciones.
Es todo de una sencillez apabullante, primitiva, infantil. Solo magia – El mago
se recostó en la silla y cruzó las piernas – Ahora Tana hará algo más difícil,
más personal. ¿Tiene usted un pañuelo, por favor?
- Eh..sí, sí, claro. Aturdido, busqué en mi
chaqueta hasta encontrarlo.
- Bien, muy bien - dijo el mago – Ahora, Tana,
vuelva a poner la carta boca abajo, coja el pañuelo y extiéndalo por encima.
Así, perfecto. Ahora coloque su mano sobre el pañuelo. Bien, lo que quiero que
haga ahora es que cierre los ojos y vuelva a los olores, al tacto, a los
sonidos de su niñez. Quiero que recuerde la magia, “su” magia, y que escoja un
objeto que la represente. Un objeto donde pueda guardarla, donde puedan
concentrarse su mundo mágico y sus sueños.
Tana cerró los ojos, echó la cabeza ligeramente
hacia atrás y puso su mano sobre sus labios. Pasaron un par de interminables
minutos. A veces sus dedos temblaban ligeramente y me empecé a preocupar. Miré
al mago, pero éste me hizo un gesto tranquilizador con la mano. De repente,
Tana habló con una voz un poco ronca.
- Ya viene
Entonces se relajó. Resopló moviendo la cabeza
de un lado a otro, sonriendo, como una niña que acabara de superar una prueba
difícil, una adivinanza.
- Ya está, mira – me dijo.
Levantó el pañuelo con dos dedos y descubrió
una piedra verde, pulida y rectangular: UNA OLIVINA DE LA ISLA!!!. La acercó a
sus ojos y la miró a contraluz y luego la apretó fuerte en su mano. Yo no salía
de mi asombro, no era capaz de articular palabra alguna.
- Bueno Tana - dijo el mago – esa es tu piedra.
Ahí está tu magia. En ella podrás encontrar recuerdos de un mundo en el que
viviste hace tiempo. Te ayudará. Ahora debo irme. Ha sido un placer conocerles.
Se levantó lentamente, me saludó con una
inclinación de cabeza y besó la mano de Tana, que respiraba con la tranquilidad
de alguien que ha recuperado algo muy valioso. Cogió la maleta y comenzó a
irse, pero pareció dudar por un momento y se volvió.
- Ha escogido usted la carta del amor. “Les
deux coeurs”, los dos corazones!! Pero algo me dice que hay un tercer corazón,
un corazoncito que viene de camino. Debería mirar otra vez la carta.
Tana se quedó paralizada por un momento,
entonces, poco a poco fue asomando a su rostro una sonrisa de felicidad. Se
levantó y abrazó al mago y lo besó en ambas mejillas mientras las lágrimas
cubrían su cara. Después volvió a sentarse y volteó la carta de nuevo y … EL
TRES DE CORAZONES!!
Antes de cruzar la puerta el mago se volvió de
nuevo, juntó los dedos de su mano y, soplando sobre ellos, los abrió como si
fueran fuegos artificiales.
·
Ha
sido increíble, increíble. No entiendo nada – dije.
·
Bueno,
él ya lo ha explicado todo – dijo ella tranquila.
·
¿Y
qué es eso del tercer corazón en camino? Tú ya no puedes...
Tana me acarició la mejilla.
- Pero que bobo!. Vamos a ser abuelos!!
Al día siguiente, al regresar a casa, llamó
Beatriz,nuestra hija. Estaba embarazada. Tana habló con ella largo rato, la
tranquilizó y le transmitió ilusión y confianza. Yo seguía aturdido y confuso.
Llamé al hotel para intentar localizar a Karlier. Necesitaba explicaciones,
algo racional a lo que asirme. Me dijeron que ya no estaba: aparecía y
desaparecía por temporadas, algo que me pareció natural en un hombre tan
enigmático.
Tana predijo que el bebé sería una niña. Al
parecer se lo transmitió la piedra. La olivina jugó a partir de entonces un
papel importante en su vida. Cuando su salud fue empeorando la veía a veces,
muy debilitada ya, sentada en su sillón y tapada con una manta, sostenerla
frente a sus ojos sonriendo. Creo que le ayudó a dejarnos, de alguna manera,
con más sosiego y naturalidad.
Años después acompañé a Beatriz y a nuestra
nieta a un congreso en Praga en calidad de abuelo para todo. Mi yerno, por
razones de trabajo no se pudo hacer cargo de la pequeña, y mi hija insistió
tenazmente en que las acompañara para sacudirme la melancolía que amenazaba con
consumirme. Así que me dispuse a adaptar mis pasos a los pasitos de la pequeña
para descubrir la anciana y encantadora ciudad a través de los ojos y las
sensaciones de una niña.
Una tarde, recorriendo las estrechas calles de
la ciudad vieja me topé con un cartel frente a un antiguo café que anunciaba:
“Koulzelnická Show!!”, Espectáculo de Magia!!, y debajo, en letras rojas: B.S.
Kharlyer. El corazón me dio un vuelco, faltaban horas para la actuación, pero
tuve la intuición, la certeza más bien, de que era él y estaría allí, y sin
pensarlo dos veces arrastré a mi nieta adentro.
El interior estaba oscuro y sin clientes. Los
últimos rayos de sol que se colaban por los cristales emplomados rojos y azules
creaban en la penumbra un ambiente mágico e irreal. La silueta de un hombre se
recortaba contra la luz de la última ventana, sentado frente a una pequeña
mesa. Me acerqué despacio con mi nieta cogida de la mano. La niña, que había
protestado con mi repentina carrera, parecía encantada ahora con los reflejos
de colores y los pequeños floreros de cristal de Bohemia con siemprevivas que
adornaban las mesas.
Levantó la vista y me reconoció al instante.
Estaba más viejo y más delgado y seguía vistiendo su ajado esmoquin, pero
conservaba su pelo negro y su mirada penetrante.
·
Oh,
caballero, que sorpresa!!
Se incorporó para estrecharme la mano. Mientras
lo hacía no dejó de mirarme a los ojos, y pareció saberlo todo. Todo lo que
había pasado en el tiempo transcurrido desde la noche del hotel, los momentos
felices y los tiempos tristes, mi soledad incurable, irremediable. Me apretó
firmemente la mano y me estremecí al sentir en la mía un calor entrañable y
reconocible.
·
Lo
lamento.
·
Gracias
– respondí confuso.
·
Pero
siéntense, por favor. ¿Que le trae por esta apasionante ciudad?
·
He
venido a acompañar a mi hija a un congreso.
·
Y
bueno, supongo que esta jovencita tan fascinante que le acompaña es su nieta,
conozco esos ojos verdes. ¿Como te llamas querida?
·
Aday.
¿Y tú? - la pequeña lo miraba curiosa y tranquila.
·
Yo
tengo muchos nombres – me miró con picardía – porque soy un mago. Dime Aday,
¿Te gusta la magia?
·
Claro
– respondió ella – A veces juego a hadas y hablamos.
·
Que
maravilla!!.
Aunque se dirigía a la pequeña, me miraba a mí.
Sabía que el destino o lo que fuera me había llevado hasta allí buscando algo
incomprensible para mí, inaprensible. Apoyó los codos en la mesa, emparejando
los dedos de sus manos y volvió a mirar a la niña.
·
¿Quieres
jugar a magia conmigo Aday?
·
Sííí–
Aday se puso de rodillas en la silla y juntó sus manitas imitando el gesto
serio del mago.
·
Bien.
Coge una servilleta del servilletero, levántala con los dedos y ponla delante de
ti.
·
¿Así?
·
Perfecto.
Ahora tápala con las manos y piensa en algo mágico, un tesoro, que te gustaría
tener – hizo un gesto con la palma de su mano al frente- pero no lo digas!!.
Ah, y tiene que caber en tus manos. ¿De acuerdo?
·
Vale.
Aday tapó la servilleta con las manos, cerró
los ojos con fuerza,apretó los labios e inclinó su cabecita sobre la mesa. Un
mechón de pelo rubio le cayó sobre la cara y reflejó los tonos multicolores de
los cristales de la ventana.
·
Ya
– dijo sonriendo.
·
Veamos
– dijo el mago.
Aday apartó la servilleta y nos mostró en su
mano una piedra pequeña, verde y pulida.
·
Una
piedra mágica!!
Esta vez no me pregunté nada, ni siquiera me
sorprendí. Sólo “sentí”. Cerré los ojos y comprendí que no debía comprender. Vi
a Tana mirándome serena, escuché su risa cristalina y noté sus manos mientras
apretaba con fuerza en mi bolsillo su olivina y sentía su calor reconfortante.
Pedro San Ginés, Syra Jimenez-Pajarero y Cristina Temprano leyendo el relato de Tana durante la entrega de premios en la II Feria del Libro de Playa Blanca |
Me ha emocionado... Un Ole bien grande para Pedro. Enhorabuena. Un saludo cariñoso.
ResponderEliminarMuchísimas gracias. Un saludo.
EliminarPedro
Qué tristeza me invadió cuando supe que no había ningún joven presentando relato en su categoría y que, tanto adultos como infantiles, hayamos puesto punto y final a los relatos con el tema de la muerte. Te da que pensar.
ResponderEliminarÁnimo a todos.
Francis: a mí también me dio pena que no se presentara ningún relato de la categoría de jóvenes. Deprime un poco, pero hay que hacer una labor de estimulación por parte de padres, profesores, ayuntamiento, etc. Estoy seguro de que entre los jóvenes hay bastantes, o algunos al menos, que desearían escribir algo. En cuanto a que se haya tocado el tema de la muerte, creo que debe ser casualidad. De todas formas creo que no es malo hablar, escribir de ella. Lo malo es ocultarla como si no existiera, ignorarla, que es algo que se hace mucho en estos tiempos. Un saludo.
EliminarPedro Alisedo
Muchas felicidades por tu relato, no solo esta bien escrito y bien estructurado, además transmite mucho sentimiento, te animamos a seguir escribiendo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias. Un abrazo
EliminarPedro Alisedo
Es un relato delicioso, me ha entretenido de principio a fin. ¡Animo y sigue escribiendo! ¡Me encantaría leer otro pronto!
ResponderEliminarGracias Mónica. Un beso
EliminarMuy bueno! Emociona. Me gustó como esta escrito, los personajes... Seguí que lo haces muy bien!!!
ResponderEliminarSaludos
Naty
felicidades por el primer puesto. me ha gustado y está muy bien redactado.
ResponderEliminarun abrazo